LA MORAL SEXUAL «CULTURAL» Y LA NERVIOSIDAD MODERNA (II)

Emil Nolde, Still Life with Masks. 1911

Emil Nolde, Still Life with Masks. 1911

Pero, además, los mismos neurólogos proclaman ya la relación del “incremento de la nerviosidad” con la moderna vida cultural. Algunas manifestaciones de los observadores más autorizados en este sector nos indicarán dónde se cree ver el fundamento de tal dependencia:

W. Erb: «La cuestión planteada es la de si las causas de la nerviosidad antes expuestas se hallan realmente dadas en la vida moderna en tan elevada medida que expliquen el extraordinario incremento de tal enfermedad, y a esta interrogación hemos de contestar en el acto afirmativamente, pues nos basta para ello echar una rápida ojeada sobre nuestra vida moderna y su particular estructura.

«La simple enunciación de una serie de hechos generales basta ya para demostrar nuestro postulado; las extraordinarias conquistas de la Edad Moderna, los descubrimientos e invenciones en todos los sectores y la conservación del terreno conquistado contra la competencia cada vez mayor no se han alcanzado sino mediante una enorme labor intelectual, y sólo mediante ella pueden ser mantenidos. Las exigencias planteadas a nuestra capacidad funcional en la lucha por la existencia son cada vez más altas, y sólo podemos satisfacerlas poniendo en el empeño la totalidad de nuestras energías anímicas. Al mismo tiempo, las necesidades individuales y el ansia de goces han crecido en todos los sectores; un lujo inaudito se ha extendido hasta penetrar en capas sociales a las que jamás había llegado antes; la irreligiosidad, el descontento y la ambición han aumentado en amplios sectores del pueblo; el extraordinario incremento del comercio y las redes de telégrafos y teléfonos que envuelven el mundo han modificado totalmente el ritmo de la vida; todo es prisa y agitación; la noche se aprovecha para viajar; el día, para los negocios, y hasta los ‘viajes de recreo’ exigen un esfuerzo al sistema nervioso. Las grandes crisis políticas, industriales o financieras llevan su agitación a círculos sociales mucho más extensos. La participación en la vida política se ha hecho general. Las luchas sociales, políticas y religiosas; la actividad de los partidos, la agitación electoral y la vida corporativa, intensificada hasta lo infinito, acaloran los cerebros e imponen a los espíritus un nuevo esfuerzo cada día, robando el tiempo al descanso, al sueño y a la recuperación de energías. La vida de las grandes ciudades es cada vez más refinada e intranquila. Los nervios agotados, buscan fuerzas en excitantes cada vez más fuertes, en placeres intensamente especiados, fatigándose aún más en ellos. La literatura moderna se ocupa preferentemente de problemas sospechosos, que hacen fermentar todas las pasiones y fomentar sensualidad, el ansia de placer y el desprecio de todos los principios éticos y todos los ideales, presentando a los lectores figuras patológicas y cuestiones psicopáticosexuales y fomentan sensualidad, el ansia sobreexcitado por una música ruidosa y violenta; los teatros captan todos los sentidos en sus representaciones excitantes, e incluso las artes plásticas se orientan con preferencia hacia lo feo, repugnante o excitante, sin espantarse de presentar a nuestros ojos, con un repugnante realismo, lo más horrible que la realidad puede ofrecernos.

«Este cuadro general, que nos señala ya en nuestra cultura moderna toda una serie de peligros, puede ser aún completado con la adición de algunos detalles.»

Binswanger: «Se indica especialmente la neurastenia como una enfermedad por completo moderna, y Beard, a quien debemos su primera descripción detallada, creía haber descubierto una nueva enfermedad nerviosa nacida en suelo americano. Esta hipótesis era, naturalmente, errónea; pero el hecho de haber sido un médico americano quien primeramente pudiese aprehender y retener, como secuela de una amplia experiencia clínica, los singulares rasos de esta enfermedad, demuestra la íntima conexión de la misma con la vida moderna, con la fiebre de dinero y con los enormes progresos técnicos que han echado por tierra todos los obstáculos de tiempo y espacio opuestos antes a la vida de relación.»

Von Kraff-Ebing: «En nuestras modernas sociedades civilizadas es infinito el número de hombres cuya vida integra una plenitud de factores antihigiénicos más que suficiente para explicar el incremento de la nerviosidad, pues tales factores actúan primero y principalmente sobre el cerebro. Las circunstancias sociales y política, y más aún las mercantiles, industriales y agrarias de las naciones civilizadas, han sufrido, en el curso del último decenio, modificaciones que han transformado por completo la propiedad y las actividades profesionales y ciudadanas, todo ello a costa del sistema nervioso, que se ve obligado a responder al incremento de las exigencias sociales y económicas con un gasto mayor de energía, para cuya reposición no se le concede, además, descanso suficiente.»

De estas teorías, así como de otras muchas de análogo contenido, no podemos decir que sean totalmente inexactas, pero sí que resultan insuficientes para explicar las peculiaridades de las perturbaciones nerviosas y, sobre todo, que desatienden precisamente el factor etiológico más importante. Prescindiendo, en efecto, de los estados indeterminados de «nerviosidad» y ateniéndonos tan sólo a las formas neuropatológicas propiamente dichas, vemos reducirse la influencia perjudicial de la cultura a una coerción nociva de la vida sexual de los pueblos civilizados (o de los estratos sociales cultos) por la moral sexual cultural en ellos imperante.

En esta serie de escritos profesionales he tratado ya de aportar la prueba de esta afirmación. No he de repetirla aquí; pero sí extractaré los argumentos principales deducidos de mis investigaciones.

Sigmund Freud

(La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna  I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX)

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