RESULTADOS, NO CAUSAS / J. Steinbeck

Jean-François Millet, Las espigadoras, 1857.

Jean-François Millet, Las espigadoras, 1857.

“La tierra del oeste, nerviosa ante el cambio que se avecina. Los estados del oeste, nerviosos igual que los caballos antes de la tormenta. Los grandes propietarios, nerviosos, sintiendo el cambio, pero sin saber nada acerca de su naturaleza. Los grandes propietarios, dirigiendo sus esfuerzos contra lo inmediato, el gobierno en expansión, la creciente unidad de los trabajadores; atacando los nuevos impuestos, los proyectos; sin darse cuenta de estas cosas son resultados y no causas. Resultados, no causas; resultados, no causas. Las causas yacen en lo más hondo y son sencillas: las causas son el hambre en un estómago, multiplicado por un millón; el hambre de una sola alma, hambre de felicidad y un poco de seguridad, multiplicada por un millón; músculos y mente pugnando por crecer, trabajar, crear, multiplicado por un millón. La función última del hombre, clara y definitiva: músculos que buscan trabajar, mentes que pugnan por crear algo más allá de la mera necesidad: esto es el hombre. Levantar un muro, construir una casa, una presa y dejar en el muro, en la casa y la presa algo de la esencia misma del hombre y tomar para esta esencia algo del muro, la casa, la presa; músculos endurecidos por el trabajo, mentes ensanchadas por la asimilación de líneas nítidas y formas que fueron parte de la concepción de la obra. Porque el hombre, a diferencia de cualquier ser orgánico o inorgánico del universo, crece más allá de su trabajo, sube los peldaños de sus conceptos, emerge por encima de sus logros.”

(…)

“Si tú, que posees las cosas que la gente debe tener, pudieras entenderlo, te podrías proteger. Si fueras capaz de separar causas de resultados, si pudieras entender que Paine, Marx, Jefferson, Lenin, fueron resultados, no causas, podrías sobrevivir. Pero no lo puedes saber. Porque el ser propietario te deja congelado para siempre en el «yo» y te separa para siempre del «nosotros».”

John Steinbeck, Las uvas de la ira

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EL LAUREL / Hölderlin

Anthony Cudahy, "rough curve", oil on canvas, 36″ x 48″, 2015

Anthony Cudahy, «rough curve», oil on canvas, 36″ x 48″, 2015

EL LAUREL

¡No, no me resignaré! Avanzar siempre
como un niño, como un prisionero,
a pequeños pasos medidos por anticipado,
día tras día. ¡No, nunca me resignaré!

¿Tal es el destino del hombre? ¿Mi destino? ¡No!
Al laurel aspiro. No me tienta el reposo,
mas el peligro suscita las fuerzas del hombre
y el dolor hincha el pecho de los jóvenes.

¿Qué soy para ti, qué soy yo, patria mía?
Un débil, un enfermo a quien su madre
con una tonada triste, desesperada,
acuna entre sus pacientes brazos.

Nunca busqué consuelo en el fondo de brillantes copas
ni en la mirada de una sonriente coqueta.
¿Debe abatirme para siempre una pena
o matarme un furioso deseo?

¿De qué sirve el cordial apretón de manos
y la dulce acogida del alma en primavera?
¿Para qué la sombra de los robles,
la viña en flor, el aroma del tilo?

Juro, por la antigua Mana, no beber jamás
del cáliz del gozo, no obstante su seductor destello,
hasta el día en que haga una obra de hombre
y conquiste entonces mi primer laurel.

¡Grave promesa! que a mis ojos llena de lágrimas.
¡Feliz seré, de mantenerla! Pues así,
criaturas de alborozo, también a mí me oiréis gritar de gozo.
Y entonces, oh Naturaleza, de tu sonrisa haré mi júbilo.

Friedrich Hölderlin

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