DESPUES DE LA MUERTE

Fishermen at the Sea 1796 by William Turner

Fishermen at the Sea 1796 by William Turner

DESPUÉS DE LA MUERTE

En el refugio de la noche
la vida se desplaza levemente

Tan soberbio
tan espectacular era el poema entre las sombras,
que no me alcanzará para escribirlo,
ni la mañana, ni la noche,
ni el resto de mi vida.

Navego como navegaron los grandes navegantes,
a ciegas,
con el pulso detenido por la emoción de cada instante,
oliendo tierra firme en todas direcciones
y así,
otra vez el mar y el profundo cielo permanentemente.
Vientos perfumados
y peces enloquecidos por el hambre, festejan,
la inminencia de un nuevo fracaso.

Nadie ha de morir en ese olvido,
surgen, fortalecidas,
por el odio de seguir buscando,
imprecaciones y blasfemias.
Capitán del hastío,
siempre buscando tierra firme,
siempre encontrando abiertos mares y perfumes,
cerrados océanos.

Con la soberbia de un hombre encadenado
y libre,
un día terminaré gritando entre tus brazos:
yo maté a Dios, quiero la recompensa
y, seguramente, alguien me dará 30 dineros
y mi locura seguirá avanzando sobre todo.

Viene del sur, dirán, es un desaforado.
Anguila escurridiza y voraz,
eléctrico perfume entre las piedras,
palabra desmedida, es el poeta.

Vengo para que conmigo muera lo último.
Más allá de la nada comienza mi camino.

Un hombre es a otro hombre, su poeta y el Otro.
Olímpico destino y, a la vez,
embalsamada furia detenida.
Contraste primordial entre mi ser y el mundo.

Un hombre es a otro hombre, su mirada y el cielo.
Paloma mensajera y, a la vez,
nostálgico asesino entre las sombras.
Entrecortado canto poblado de silencios.

Un hombre es a otro hombre, la muerte y su milagro.

Intento arrancar la venda de mis ojos,
doy duros golpes en el propio centro del timón,
para desviar el rumbo y no consigo nada.
Fumo cigarros y bebo alcoholes fuertes.
Dibujo entre los ojos de la mujer que amo,
la posibilidad de un nuevo recorrido,
y frente a esa mirada maravillada por mi terror
rompo el sextante y la pequeña brújula marina,
y en el corazón pleno de la niebla
-en el comienzo de este nuevo final-
arrojo como si fueran desperdicios
mis últimos recuerdos al mar
y beso tus labios.

Tierra firme
y nuestro barco se retuerce entre las olas,
movimientos desesperados a punto de naufragar,
son el movimiento de nuestros cuerpos.
Babas y leches
se confunden con el torrente de aguas marítimas
y algas
y brillantes moluscos como perlas,
sacrificados a un dios.

Mar abierto
y nuestro barco encalla
en los afiebrados latidos de tu corazón,
tambor entre los leves murmullos de la selva.
Indómito
-salvaje anidando en la maleza-,
arranco tu sexo de la tierra, violines de la música,
movimientos como puñales clavándose en el cielo.

Antes de comenzar mi nuevo camino,
trato de señalizar el punto de partida.
Arranco desde donde el hombre se debate,
en los brazos sangrantes de la nada.

Yo soy ese hombre,
mordido por la vida humana a traición,
enajenado en el entontecido ritmo del reloj,
enloquecido por el palpitante ruido de las máquinas,
ensombrecido por la lujuria de los dioses asesinos
-hombres solitarios y, también, hombres habitados-,
y, sin embargo, doy mi primer paso.
Pequeño paso,
no emprendo veloz carrera hacia las tinieblas,
porque soy un hombre atemorizado,
que ya no sabe si su próximo paso
será marca o nivel de otros pasos humanos
o el callejón sin salida de su muerte.

En los pasos siguientes me desorienta
ver mi nombre en el nombre de las calles,
indicando la dirección deseada.
Brutal encuentro conmigo mismo y sigo andando,
porque seguir andando hacia otro descubrimiento cada vez,
después de los primeros pasos se hace costumbre.
Y, sin embargo, uno también se dice: aquí me detendré.
Detrás de mí, sólo montañas,
y sembraré esa tierra,
y atraeré con mi canto el agua de la lluvia
para que todo florezca y se reproduzca
y lo femenino sea ley del amor,
manzana delirante sin pecado,
y en ese paraíso viviré, tranquilamente, un tiempo.
Después algún humano habitante de la nada de Dios
intentará colonizarme y tampoco habrá guerra.

Cuando se sequen las flores,
cuando se pudran definitivamente los frutos,
porque ya no hay amor en su cuidado,
daré otro paso más,
pequeño paso conmovido como aquel primer paso,
y así, seguramente, veré distintos horizontes,
y así, seguramente, un día, moriré caminando
y nada pasará,
porque los violentos perfumes de mi cuerpo,
cuando camino, son mis propias palabras
y así, veo mi nombre volando en ese olor alucinado,
más allá de mi muerte,
caminando.

Miguel Oscar Menassa
El amor existe y la libertad

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CUMPLIR 50 AÑOS

“Soy un hombre,
nací hace 50.000 años
y tengo derecho a la palabra.”
Miguel Oscar Menassa

Cumplir 50 años tampoco es mucho
si uno pretende vivir más de una vida.
Los inmortales que sufren la labor del tiempo
en los desconocidos aledaños de su cuerpo,
ven a cada paso caer los esqueletos blanqueados
de sus sueños,
sin poder reconocer que algo de su letra,
algo de su mano impone su rúbrica
a sus propios huesos.

50 es una bonita cifra para comenzar de cero,
como si una juventud inesperada te permitiera
gozar de aquello que tu antigua adolescencia te negaba.
De repente, sin saber muy bien cómo,
te ves dueño de una renovada fuerza,
no tanto para subir a un árbol,
como para hundirte en sus raíces y saborear
la sabia fresca que trepa por sus brazos.
Cantar en sus ramas cómo la lluvia
lava su robusto cuerpo,
cómo remueve a sus pies la tierra,
cómo se alza desafiante y ciego
sin saber que en él habita un hombre postrero.

Porque ¿qué sabe uno de sí mismo
si aún no ha dicho la próxima palabra?

Cumplir 50 años será entonces
como escribir en un cuaderno nuevo:
“Yo soy el que vendrá,
el que se está escribiendo entre temblores,
el que hará del horizonte su pasado.
Rasgadura final, haré de tu herida una boca,
unos labios atrapados en un verso.”

 

Ruy Henríquez

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LA MUERTE Y EL ENVEJECIMIENTO NO TIENEN POR QUÉ SER LA MISMA COSA

Ill-Matched Lovers 1525 by Quentin Massys

III-Matched Lovers 1525 by Quentin Massys

21 de febrero de 1977
Hoy cumple años Olga

 

La ideología es el tiempo donde se desarrollan los hechos de la vida. Tiempo de señalar, indicar, definir, utilizar. Tiempo de limitar la cambiante realidad humana con la que se encuentra en su desarrollo, para no sorprenderse con la existencia de otros caminos que los suyos, enceguece y se transforma en una visión particular del mundo. Es en el tiempo de la ideología (de las creencias) donde los descubrimientos científicos se transforman en instrumentos de la muerte.

En el paroxismo de esa poquedad el hombre llegó a decir: si pienso, existo. Si siento, soy humano. Si veo, existe el mundo, si no veo, no existe. Es con este drama cotidiano a nuestras espaldas como nos enfrentamos al saber, como queda claro, lleno de prejuicios.

El tiempo de la ciencia es el tiempo donde las cosas ya no son lo que son.

La certeza sensible, es decir, lo que toco, lo que veo, lo que puedo oler y pensar, no existe sino como producto efecto de lo que determina y otorga a la certeza sensible el rango de ilusoria. A partir de ahora habrá siempre dos mundos. Uno, aparente (el mundo de los sentidos, de la razón, de la ideología). Otro, el mundo real, latente, que es el que determina esa apariencia y que sólo hallaré mediante un trabajo de reconstrucción que, en todos los casos, hasta hoy es un trabajo teórico.

Y es precisamente donde el inconsciente no juzga ni calcula y sólo transcurre, donde se ilumina como concepto, ya que de ninguna otra cosa puede alardear un concepto, sino precisamente de no juzgar ni calcular, sino tan sólo de transcurrir.

Si la realidad es la metáfora de todo lo posible y la ideología conlleva en todos los casos una visión del mundo totalizadora, podemos decir que la ideología tiende a ser esa metáfora, es decir, tiende a confundirse con la realidad.

La ciencia es en todos los casos menos ambiciosa. Nace a la vida mutilada. Para nacer tiene que decidir a qué parte de la realidad dará nombre. No nace hasta no haber formulado su objeto de conocimiento. Y haber nombrado su objeto de conocimiento le da derechos sobre eso y sobre ninguna otra cosa más.

Es por eso que en el tiempo de las ciencias ha muerto EL TODO, DIOS, LA CIENCIA, LA FILOSOFÍA, EL HOMBRE, dando lugar a lo RELATIVO, LOS DIOSES, LAS CIENCIAS, LAS FILOSOFÍAS, LAS IDEOLOGÍAS, LOS HOMBRES.

Ha concluido el circo, TODO no existe. La realidad será aquella que pueda ser determinada. Los hechos no existirán como tales (es decir no serán históricos) hasta después de ser interpretados.

El hombre en general ha dado un salto al vacío.

Sabe que con la ideología no puede terminar, porque terminaría con su propia vida de hombre, y lo que ocurre con las ciencias es que a veces son inalcanzables.

Hoy también le dije a ella en el día de su cumpleaños:

−Envejecer no es ni bueno ni malo, es también una jugada a realizar que conviene realizar cuanto antes.

La muerte y el envejecimiento no tienen por qué ser la misma cosa.

Miguel Oscar Menassa
Secretos de un psicoanalista
Editorial Grupo Cero

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