MUJER IRREDENTA

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Vilhelm Hammershøi, Figure of a Woman, 1888, Oil on canvas, 63,5 x 55,5 cm, Statens Museum for Kunst, Copenhagen

Hay quienes piensan
que he celebrado en exceso
los misterios del cuerpo
la piel y su aroma de fruta.

¡Calla, mujer! -me ordenan-
No nos aburras más con tu lujuria
Vete a la habitación
Desnúdate
Haz lo que quieras
Pero calla
No lo pregones a los cuatro vientos.

Una mujer es frágil, leve, maternal;
en sus ojos los velos del pudor
la erigen en eterna vestal de todas las virtudes.
Una mujer que goza es un mar agitado
donde solo es posible el naufragio.

Cállate. No hables más de vientres y humedades.
Era quizás aceptable que lo hicieras en la juventud.
Después de todo, en esa época, siempre hay lugar para el
desenfreno.
Pero ahora, cállate.

Ya pronto tendrás nietos. Ya no te sientan las pasiones.
No bien pierde la carne su solidez
debes doblar el alma
ir a la Iglesia
tejer escarpines
y apagar la mirada con el forzado decoro de la menopausia.

Me instalo hoy a escribir
para los Sumos Sacerdotes de la decencia
para los que, agotados los sucesivos argumentos,
nos recetan a las mujeres la vejez prematura
la solitaria tristeza
el espanto precoz a las arrugas.

¡Ah! Señores; no saben ustedes
cuántas delicias esconden los cuerpos otoñales
cuánta humedad, cuánto humus
cuánto fulgor de oro oculta el follaje del bosque
donde la tierra fértil
se ha nutrido de tiempo.

Gioconda Belli

Revista de Poesía Las 2001 Noches, 145

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LA MUJER DE TROYA

Sandro Botticelli, Allegorical Portrait of Simonetta Vespucci, c. 1480-5

Sandro Botticelli, Allegorical Portrait of Simonetta Vespucci, c. 1480-5

A la manera de C. Pavese

 

Que los griegos fueron los triunfadores de aquella guerra, es cosa cierta. Pero pocas veces se atrevieron a contar los pormenores. Para eso se inventaron la famosa historia del caballo.

 

(Hablan Odiseo y su hijo Telémaco)

Odiseo: Un caballo es un símbolo, Telémaco, como una mujer. La historia recuerda y altera la realidad a la medida de los hombres. Tendrás que aprender a leer el sentido entre las letras, no en las letras. Hay tantos poetas… mas sólo la poesía dice la verdad. Tienes que aprender a leerla.

Telémaco: ¿Pero por qué no hablar de la mujer que llegó a Troya? También ella fue admirable, aunque sólo por su belleza. Apenas se habla de otra cosa y del tesoro que llevó con ella.

Odiseo: Hablar de un caballo era más fácil de aceptar para la gente sencilla y para los soldados que regresaban a casa. La historia del caballo era preferible que admitir nuestra derrota. Pocos habrían reconocido a la mujer su inteligencia. Helena no sólo fue bella, también era una reina en sus palabras.

Telémaco: ¿Acaso no era también griega?

Odiseo: Los griegos sólo prestaban oídos a los hombres. Ni las mujeres ni los niños tuvieron esa libertad. Quien escribe, sin embargo, ha de ser siempre una mujer. Nosotros sólo creíamos en la virtud del caballo y de la espada. A eso se refiere la historia. Lo demás es un engaño.

Telémaco: ¿Pero acaso también tú mentiste, como la historia? ¿Cuál fue realmente tu astucia?

Odiseo: Eran tiempos difíciles y oscuros, hijo mío. Apolo lanzaba sus dardos desde las murallas de Ilión. Jamás habríamos vencido por la fuerza. Los largos años pasados fuera de nuestras tierras, minaron nuestros ejércitos y nublaron nuestra inteligencia. Al cabo del tiempo ignorábamos contra quién luchábamos y a veces volvimos la espada contra nosotros mismos. Aquiles, como todos los que hasta allí llegamos, ignoraba el poder del dios.

¿Quién lo podría saber? Todavía los titanes y los monstruos se paseaban entre nosotros. La sangre y le furia era la forma habitual de legislar a los hombres y a las bestias. Pero el dios tenía una nueva ley, una manera diferente de entender las cosas.

De nada sirvió el asedio y que matáramos a sus mejores hombres. Nosotros teníamos la fuerza de un gran ejército, con las espadas bañadas en sangre, pero no el poder de derribar aquellas murallas. La rabia ciega resultó inútil. Por primera vez, nuestra manera de luchar nos hizo pensar en que no éramos diferentes a un animal que se rompe las uñas y los dientes contra algo que permanece ajeno al furor de lo salvaje.

Pensar en titanes y en monstruos no es muy diferente a dejarse llevar por las pasiones. El pensamiento de un hombre corriente, su forma de amar y de conseguir satisfacción, no es muy diferente a lo que narran los antiguos mitos y leyendas. Oscuras fuerzas dominan a quien se deja aconsejar por su amor a la incontinencia y a la sangre.

Telémaco: No entiendo, padre. No logro ver a la mujer por la que luchabais, en lo que dices. Ella había decidido ¿A que luchar hasta la muerte?

Odiseo: Tampoco nosotros lo supimos fácilmente. Sólo lo comprendimos cuando supimos que ella era la mejor de nuestras armas. No hacía falta derribar las murallas cuando ya estábamos dentro y reinábamos en su casa.

Telémaco: Tus palabras son oscuras, padre. Todavía deliras por la fiebre y la sed, largamente soportada en tu viaje.

Odiseo: No es eso, Telémaco. Tú sigues pensando, como yo antes de partir, que la mujer es una fiera.

Telémaco: ¿Quieres decir que el dios cambió tu manera de ver las cosas?

Odiseo: El caballo está más cerca de nuestros antepasados, por eso lo elegimos. En cambio una mujer es algo más difícil de aceptar. Para el que la desea, la mujer también es furor y sangre, una fruta abierta por su costado más dulce. Pero una mujer como aquella, que siempre antepuso su deseo al oro y la familia, que dejó de escuchar la voz de sus ancestros para cabalgar sobre un mar desconocido, no era una mujer que hubiéramos conocido antes.

Telémaco: ¿Así que la abandonasteis allí, con vuestro honor?

Odiseo: Lo que tu crees una deshonra, realmente fue un triunfo de los griegos. Nosotros queríamos arrancarles el corazón, pero a cambio les entregamos el corazón de Grecia. Ella, por sí sola, lograría lo que miles de hombres, durante interminables años de fuego no habían podido alcanzar por la fuerza: derribar aquellas murallas inexpugnables. Cuando una mujer habla, las piedras tiemblan.

Telémaco: Padre ¿Cómo pudiste convencerlos?

Odiseo: No todo el mérito fue mío. Pandora me habló en un sueño.

Ruy Henríquez

02/09/14

 

Consulta de Psicoanálisis

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RECITAL DE POESÍA «LA MUJER EN LA POESÍA CONTEMPORÁNEA». 6 DE JUNIO DE 2013

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LA MUJER, DE LA POSICIÓN DE OBJETO A LA POSICIÓN DE SUJETO

Knife and Tomato, Richard Diebenkorn

Knife and Tomato, Richard Diebenkorn
«Desde el psicoanálisis sabemos que es más fácil abandonar a los padres que abandonar los modelos ideológicos por ellos impartidos, y también sabemos que estamos más cerca de lo inanimado que de lo animal, que somos más mortales que ancestrales.»

SER VIEJO COMO SER RICO, LE DIJE

 

Ser viejo como ser rico, le dije,
es una propuesta de la mente.
Y ella contenta me preguntó:
¿Acaso no habremos de morir
si escribimos y hablamos?

También ha de morir el hombre
que al escribir rompe los bordes del abismo
y algo habrá de enfermar el hombre que, al hablar,
pretenda entregarse a las palabras, ser de la voz
pero enfermar y morir para ese hombre
serán, también, sólo palabras.

Después estaba todo el día con hombres y mujeres
pero no eran amantes, eran misterios,
dramas insondables dominados por el odio,
la envidia, el menosprecio o, bien, el desamor.
Están cerca de mí pero dar el próximo paso
los sume en el delirio del amor, los agota.

Y después están los hombres las mujeres
que no necesitan de mí ni el pan ni la caricia
están ahí sólo para entorpecer los caminos
del poema, del pensamiento, la distancia
y en esas cosas del amor prefieren no saber
que el polvo aquél no era un regalo a nadie,
el polvo al que se vio obligado era su deseo.

¿Y tú qué opinas? le dije por decir, y
ella me dijo toda la verdad:
Cuando estoy supuestamente enamorada,
él piensa enseguida que le pertenezco
y cuando estoy como cansada por la vida,
por el mundo absurdo que nos hacen vivir
él enseguida piensa que yo no le amo.
Y, después, es todavía más ridículo:
cuando yo le sonrío, olvidada del mundo,
él enseguida cree que me ha ganado en algo.

No es que sea fanfarrón, es un ignorante,
nada sabe de mí, ni del tiempo, ni de la mujer.
Cuando lo abandone llorará como un niño,
pedirá perdón, querrá lavar los platos
pero ya será tarde, el mundo no perdona.
Entonces, pobre hombre, será mujer y niño
al mismo tiempo que hombre y nadie lo amará.
Como hombre nadie lo amará
porque su hombre ha renunciado a serlo.
Y tal cual una mujer nadie la amará
por no diferenciar lo grande de lo bueno
y como niño, el pobre, hará cosas de niño
pero será un hombre que sufrirá por serlo.
Inadecuado el canto. Débil la voz.

Lo que amamos es sólo una oscuridad.
HÖLDERLIN

Anímate al dolor que significa ponerle a la carne unas palabras.
Palabras como aceros, palabras como brasas,
altos hornos comiéndose la vida.
Palabras verdaderas, para la carne, palabras como carne.
M.O.MENASSA

La vejez, la libertad, la felicidad, el futuro, no están esperándonos en ningún lugar, sino que hay que hacerlos; no son del orden del ser o del tener sino que son del orden de la producción, de producir su lugar, su función de escrito.

La libertad no se tiene o se deja de tener sino que sólo se es ser humano en libertad.

Nacemos esclavos, sin discurso, sin posición, y tendremos que pagar un rescate para poder vivir en libertad, nacemos deudores de una deuda impagable, de una deuda simbólica que nos constituye como humanos.

Tenemos que pagar por nuestra libertad y paradójicamente tenemos que arreglárnoslas con nuestra condición de deudores.

Somos y estamos estructurados como lenguaje y todo lo hacemos con la estructura del lenguaje, por eso que somos función de escrito y en función de la palabra.

En este poema como en cada uno de los 47 que articulan este libro se muestra la problemática humana pasada por los significantes del psicoanálisis.

Poema que termina en un verso que dice: «Inadecuado el canto. Débil la voz», donde el canto es del lenguaje y la voz del sujeto, donde se muestra que la posición en el lenguaje marca al sujeto, se trate de la posición en el campo de las ciencias, de las artes, o bien en la historia del amor.

Su voz va a depender de cómo se hace sujeto del lenguaje, y así este poema comienza con una interpretación: «Ser viejo como ser rico, le dije/ es una propuesta de la mente», va a depender de su posición psíquica. El lenguaje es la condición del inconsciente, por eso decimos que el inconsciente se produce, va a depender de las relaciones, de los compromisos, donde hasta la creación comienza en un compromiso.

Pero para ella, poesía o mujer, no es suficiente, ella quiere romper la insoportable belleza de lo humano, esa belleza que surge por su condición de perecedero, de futuro cadáver.

«Y ella contenta me preguntó:/¿Acaso no habremos de morir/ si escribimos y hablamos?»

Él, el psicoanálisis dice que somos tiempo y tenemos que ser equivalentes, es decir semejantes y diferentes y, ella, la poesía, la escritura, dice que el ser humano es tiempo y tiempo es una escritura y por ella somos hablantes.

Cuando él le habla de ser viejo y rico, ella habla de no morir y también dice de escribir y hablar, como si la escritura fuera lo viejo y el habla fuera la riqueza.

Podríamos decir que él y ella son como un hombre y una mujer, pues sabemos que somos hablantes porque somos habitantes del lenguaje y también sabemos que el lenguaje sólo se encuentra en soportes humanos, sólo en aquellos que cuando nacen en el lenguaje se transforman en seres pulsionales, en cuerpos gozantes, porque la pulsión es un saber que no comporta conocimiento.

Y escribir es romper los bordes del abismo, es ampliar el propio campo del lenguaje, puesto que aunque el lenguaje y el ser que habla son distinguibles, los seres que hablan son los trabajadores del campo del lenguaje, y como Lautreamont escribe «la poesía se hace entre todos», podemos decir que la escritura se hace entre todos. Cuando el hablante escribiendo y con su pulsión hace nacer una nueva función significante, el lenguaje adquiere una nueva función haciendo que el ser que habla quede transformado en otro.

«También ha de morir el hombre/ que al escribir rompe los bordes del abismo/ y algo ha de enfermar el hombre, que al hablar,/ pretende entregarse a las palabras, ser de la voz,/»

Es entregándose a las palabras que se es de la voz.

La palabra es su riqueza y su enfermedad, y es también por medio de ella que enferma y cura sus enfermedades. Función de la palabra que es función del lenguaje y voz que es función de la pulsión del sujeto viviente.

«pero enfermar y morir para ese hombre/ serán, también, sólo palabras.»

Las cosas son consecuencia de las palabras y muerte y enfermedad tuvieron que ser palabras para poder alcanzar al hombre, pues como habitante del lenguaje sólo por el lenguaje le llega el mundo y llega al mundo.

En estos primeros versos del poema se plantea esta cuestión estructural, después se abre la dimensión del sujeto dividido por hablante y dividido por lo real imposible que causa su deseo, un ser doblemente dividido por la pulsión y por el deseo, condenado a no saber que sabe y a no saber que eso comanda su desear.

Por eso que el poema dice: «Después estaba todo el día con hombres y mujeres/ pero no eran amantes, eran misterios,/ dramas insondables dominados por el odio,/ la envidia , el menosprecio o, bien, el desamor.»

Los seres hablantes, los hombres y las mujeres, no son amantes, no son sólo narcisistas o tendentes a agruparse, son misterios, plenos de contradicciones y en constante paradoja, no se pueden encerrar entre opiniones, no soportan la inalterabilidad de las definiciones.

«Están cerca de mí pero dar el próximo paso / los sume en el delirio del amor, los agota»

Podríamos decir que se habla de la transmisión, de tener mayores, y su consecuencia: tener menores, de producir una anterioridad lógica y también de la manera de no llegar a tomar posición.

«Y después están los hombres y mujeres
que no necesitan de mí ni el pan ni la caricia
están ahí sólo para entorpecer los caminos
del poema, del pensamiento, la distancia
y en esas cosas del amor prefieren no saber
que el polvo aquél no era un regalo a nadie,
el polvo al que se vio obligado era su deseo.»

No es que la realidad sea un regalo sino que la relación con la realidad es un complejo proceso: todo lo que me da lo he puesto previamente y lo que no me da lo he rechazado previamente.

Desde el psicoanálisis sabemos que es más fácil abandonar a los padres que abandonar los modelos ideológicos por ellos impartidos, y también sabemos que estamos más cerca de lo inanimado que de lo animal, que somos más mortales que ancestrales.

Reconocer nuestro deseo como inconsciente es reconocernos como mortales.

Podríamos decir que en este texto se plantea la cuestión de la transmisión y la transmisión es del deseo, por eso que si sólo deseamos deseos es necesario que haya previamente alguien que desee.

Perder la inmortalidad que nunca tuvimos, los delirios del amor y la construcción de la deuda simbólica son lugares inevitables en la formación y también pueden ser lugares de detención.

LA MUJER Y YO, un texto que nos implica y nos hace unas veces testigo, otras cómplice y siempre protagonistas, porque nos habla a nosotros y de nosotros mismos. Podríamos decir que es la historia del psicoanálisis de la mujer y por eso también psicoanálisis del hombre, donde toda cuestión humana es pasada por la escritura y el psicoanálisis, un ser humano siempre impelido a transformarse después de la próxima palabra.

Una mujer compleja, donde masculinidad y feminidad son dos construcciones teóricas de contenido incierto, una complejidad humana donde cada problemática se pliega y se despliega con un sujeto en su centro. Puesto que nada hay sin lenguaje y no hay lenguaje sin sujeto.

Decir que ser viejo como ser rico, es una propuesta de la mente, quiere decir que es algo inevitable, que sólo lo puede evitar una problemática psíquica, una problemática de la complejidad del psiquismo humano.

Ella, que es la mujer, la madre, la muerte, la poesía, dice sobre esta cuestión:

«Cuando estoy supuestamente enamorada
él piensa enseguida que le pertenezco
y cuando estoy como cansada por la vida,
por el mundo absurdo que nos hacen vivir
él enseguida piensa que yo no le amo.
Y, después, es todavía más ridículo:
cuando yo le sonrío, olvidada del mundo,
él enseguida cree que me ha ganado en algo.”

Enunciados que denuncian una concepción de las relaciones, basada en una manera de amar que se produce en un momento de la historia del amor, cuando se produce la creación del objeto femenino, pasando dice Freud de la exaltación de la tendencia a la exaltación del objeto que produjo la sublimación del objeto femenino, la Dama. En la sublimación del objeto femenino, la teoría del amor cortés fue decisiva.

Los poetas inventaron el objeto femenino, un objeto modelado por el ser hablante.

Y con la sobrevalorización del objeto llegó su degradación y también la degradación de la vida amorosa, donde la impotencia psíquica impone una separación del amor y el deseo, y a quien se desea no se ama y a quien se ama no se desea.

Un objeto femenino que nace como objeto deseable, por eso que la mujer que Menassa produce en este libro es una mujer que además de objeto deseable también es sujeto deseante, pasando de objeto inhumano a sujeto evanescente y mortal.

La realidad de la constitución del sujeto sólo es transformable cuando se transforma alguno de los significantes primordiales que le constituyen como tal.

Y este libro es la materialidad de esa transformación y es porque hace que el significante mujer sea efecto del discurso analítico, algo que no se conforma con la leve transformación de la rutina del significado, sino que produce un nuevo lugar para la mujer, la de ser un habitante del lenguaje y siempre entre otros.

Acorralada por los significantes que nos humanizan y por eso libre, pues como Lacan escribe: «el ser del humano no sólo no puede comprenderse sin la locura, sino que no sería el ser del humano si no llevara en sí el límite de su libertad» .

Las relaciones de pareja, después de este libro serán otras, no será necesario hacer del amor, siempre contingente, algo del orden de lo necesario, porque la escritura es la base material para dar un paso en el pensamiento, siendo en la poesía donde podemos encontrar las transformaciones significantes, donde podemos encontrar la verdadera historia.

Nadie como un psicoanalista para hablar de los efectos del psicoanálisis sobre hombre y mujer: el amor. Entre el hombre y la mujer está el amor y esta vez el amor no será eterno, aunque permanezca, y no será meta sino que entre cada uno y el amor hay el mundo.

Más allá de la relación de objeto como idealización también está el sujeto dividido por el objeto que causa su deseo, donde ya no hay relación sexual sino encuentro de dos complejas maneras de gozar, de desear.

Ella además de posicionarse como objeto a, podrá posicionarse como sujeto deseante.

Una verdad tras otra verdad, algo que desencadena la cadena, una cadena rota antes de fortalecerse como cadena, palabra rota, nota fuera del alcance de la imagen, porque sólo si avanzamos en la concepción de la mujer, de la sexualidad después del complejo de castración, sólo ahí, en ese vacío de vacíos se abre una puerta, una nueva cadena significante.

El Psicoanálisis es la ciencia del lenguaje habitado por el sujeto, y el lenguaje sólo se transforma por medio de la escritura, luego sólo si se transforma en la escritura esa transformación será posible para los seres hablantes. Si es posible la escritura es posible transformar un modelo ideológico, y como dice Einstein es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Y prejuicio es todo juicio previo al acto, y del acto sólo sabremos después, sólo sabremos por sus consecuencias.

La revolución de la mujer quiere decir que sólo si cambiamos nuestra concepción de mujer habrá un cambio en la manera de concebir la humanidad. Sólo cuando hayamos cambiado nuestros enunciados habremos cambiado como sujetos de la enunciación.

Un libro que suma a ese objeto inhumano que es la Dama, un sujeto deseante, una mujer gozante, en tanto es porque gozamos que sabemos que somos mortales, situando a la mujer más cerca de lo inanimado, de lo mortal, que de lo animal.

La mujer y el poeta, la mujer y la escritura, como posibilidad de producir transformaciones en la realidad humana.

Psicoanálisis y escritura, como las herramientas necesarias para dar las coordenadas topológicas para comenzar a dar en el pensamiento, nuestros primeros pasos.

A partir de «La mujer y yo» se vislumbra una nueva forma de amor, donde escribir, amar y trabajar, son las condiciones para comenzar a construir una libertad.

Que sea en un poema donde pasa el pensamiento es un mandato social y este poema habla de una mujer y un hombre que nunca alcanzaremos y sin embargo permite que nazca una nueva función significante para el significante mujer que determinará una transformación en las relaciones entre los sujetos.

Ha pasado la interpretación y para Menassa interpretar no es un verso, ni siquiera un acto, es toda una concepción diferente de la humanidad.

Después del poema todo será diferente y eso quiere decir que ha habido función poética.

Saber encarnado, saber escrito y no conocimiento espúreo. El saber es siempre inolvidable, lo que se hizo carne en nosotros nos habita, somos por Ello habitantes del lenguaje.

Es por la poesía, por la función poética, que entramos al reino del lenguaje, por la más inocente de las tareas se entra al más peligroso de los bienes.

Poema que termina con una interpretación para cada uno:

«No es que sea un fanfarrón, es un ignorante, nada sabe de mí, ni del tiempo, ni de la mujer»

Podríamos decir que ella ha sido interpretada, que ella y la mujer no son lo mismo, que el significante mujer es uno de los significantes de la articulación significante constitutiva, y le dice a él que tendrá que pasar por los significantes del psicoanálisis o no habrá verdadera voz para él:

«Cuando lo abandone llorará como un niño,
pedirá perdón, querrá lavar los platos
pero ya será tarde, el mundo no perdona.
Entonces pobre hombre, será mujer y niño
al mismo tiempo que hombre y nadie lo amará.
Como hombre nadie lo amará
por no diferenciar lo grande de lo bueno
y como niño, el pobre, hará cosas de niño
pero será un hombre que sufrirá por serlo.
Inadecuado el canto. Débil la voz.»

Un libro que nos permite ser de la voz.

Un libro que trabaja con la escritura y el tiempo recursivo, con aprés-coup, con retroacción significante, una nueva manera, con la función poética, de pensar el concepto de historia.

Desde que Giambatista Vito siguiendo a Giordano Bruno produjo la teoría cíclica de la historia, la historia como un proceso cíclico que repite eternamente situaciones típicas, con analogía entre los ciclos, repetición de personajes con nombres diferentes, cada ciclo con su dios, dios que comete una vez más el mismo pecado original sobre el que descansa la creación, renaciendo de las cenizas como el ave Fénix, hasta la idea de ruptura como punto de no retorno, punto de transformación desde donde se lee la historia quedando transformada prospectiva y retrospectivamente, quedando transformado el pasado y el futuro porque después de la producción de una función significante nada queda como estaba, es decir que transformará toda la historia: otra será la historia.

Podemos decir que los libros hablan para todos aunque no todos los lean. Leer es poner a hablar al libro y este libro dice del psicoanálisis de la mujer que hay en cada ser humano, por eso que después de este libro seremos otros.

 

Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista

Revista de Psicoanálisis Extensión Universitaria Nº 81

«La mujer y yo» de Miguel Oscar Menassa

Editorial Grupo Cero

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«La poesía es, precisamente, el alma de lo femenino» – Miguel Oscar Menassa

VIERNES, 17 DE DICIEMBRE DE 1999

Estoy un poco inquieto porque la llegada del 2000 no me afecta, a tal punto, que no consigo enterarme ¿por qué? Tanto bullicio.

A mí me parece que se están gastando, en festejar el advenimiento del 2000, que ni siquiera quiere decir que estaremos en el próximo milenio, un dinero que haría falta para educar a la población mundial.

Además, todo lo que pasó en el siglo XX, no está para festejar sino más bien para ser estudiado.

¿Cómo fue posible lo que fue posible? Y ésta, por fin, es una pregunta epistemológica.

Sin embargo, pensándolo bien, hay algo que festejar en el 2000: Los cien años de la publicación del libro de SIGMUND FREUD “La interpretación de los sueños”.

Como poeta, como ese poeta que se produce cada vez que coordino la grupalidad que publica “Las 2001 noches –Revista de Poesía, Aforismos y Frescores-, mensualmente, con una tirada de 125.001 ejemplares, que aspiran a ser 500.000, y las distribuye  entre la población de España y Argentina, gratuitamente, se entiende, para la población, porque a nosotros, las 2001 noches nos cuesta lo que vale.

Como poeta, digo, esta vez, no dejaré que los psicoanalistas se anticipen en rendir homenaje a “La interpretación de los sueños”, obra en la cual se produce el concepto INCONSCIENTE.

Y un poeta debe agradecer, 100 años después, la publicación de ese libro de Sigmund Freud, porque si bien no se sabe, aún con exactitud, cuánto ha de mejorar o cambiar la medicina, o la educación, o el alma de los pobres si la tuvieran; lo que sí, ya se sabe, por eso un poeta tiene que agradecer, es que con el PSICOANÁLISIS, la Poesía haya modificado sus maneras, su modo de producirse, su concepción de la Humanidad.

La producción del INCONSCIENTE en la obra de Sigmund Freud “La interpretación de los sueños” publicada en 1900, había hecho nacer la POESÍA, de tal modo había nacido la Poesía que ningún siglo como el siglo XX, mostró, con claridad, a TODOS sus científicos llorando por no poder la Poesía.

La Poesía alcanzaba en este Siglo, como todos ambicionábamos hace milenios, el propio corazón de la humanidad.

El Psicoanálisis había arrancado, para siempre, una venda de los ojos de la humanidad.

La mujer, el hombre, antes del psicoanálisis, no sabían nada acerca de cómo se producían:

LA POESÍA

LA CIENCIA

EL AMOR

El pensamiento Inconsciente es, en el límite de su libertad, la POESÍA.

Un saber no sabido por el científico, lo lleva por el camino de la “Verdad”.

Y gajos arrancados de la Especie, sin representación psíquica para el sujeto, producen el amor.

Agradezco, como poeta, al Psicoanálisis, que la mujer, que tanto amo, pueda después del psicoanálisis preguntarse por su libertad, por su potencia creadora.

La poesía es, precisamente, el alma de lo femenino. Es por eso que el psicoanálisis posibilita que os preguntéis: ¿por qué lo femenino (tiempo de la poesía, residencia de la función poética) antes del psicoanálisis era más fácil para un hombre que para una mujer? y ¿por qué, ahora, después de la Interpretación Psicoanalítica, la mujer puede, si lo deseara, apropiarse de lo que le pertenece desde siempre, la Poesía?

Y hoy día lo sabemos, el hombre ya ha agotado sus posibilidades de liberación y si, aún, había alguna posibilidad de liberación para la mujer, es el psicoanálisis el que lo posibilita.

En 1900, Freud puede diferenciar con precisión y destreza, una mujer histérica de una mujer.

Esta diferencia permitirá a la mujer, sin ser histérica, decir que NO.

Determinar, a partir de la negación, su propio pensamiento Inconsciente.

Después de la Interpretación psicoanalítica, la mujer podrá ser una mujer sin pertenecer a ningún hombre.

La mujer producía en ese grado de libertad un camino propio hacia el poder, hacia la creación en general.

Agradezco como poeta, a Freud, por haber denunciado la “Doble Moral” masculina, por todos aceptada, como el instrumento más poderoso de dominación del hombre sobre la mujer.

Lo que el hombre conseguía con un simple desdoblamiento de su moral, a la mujer le costaba la enfermedad o el castigo.

Lo que al hombre le daba hasta cierto prestigio social, cuando ocurría en ella, sólo le servía para ser denigrada, aún, un poco más.

Ella misma dudaba de su moralidad cuando deseaba.

Es el psicoanálisis que nos dice: Hombre y mujer, articulados de manera compleja con ser padre y madre, constituyen la sexualidad de todo hombre, de toda mujer.

Todo lo humano puede producirse en Ella.

Ella puede producir cualquier humanidad y, ahora, después del psicoanálisis, lo sabe.

De cualquier manera, me alegra haber llegado al año 2000. Lo ambicionaba desde joven, por eso llegué. Una ambición secreta, poderosa, femenina.

Miguel Oscar Menassa

Cartas a mi mujer

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«Las eternas relaciones de pareja» (I) por Miguel O. Menassa

Tercer embarazo de Miguel Oscar Menassa

Tercer embarazo de Miguel Oscar Menassa. Óleo sobre lienzo, 65x50 cm.

Charla-Coloquio con Miguel Oscar Menassa:
“LAS ETERNAS RELACIONES DE PAREJA”
en la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero,
el 27 de mayo de 2010

MOM:  Bueno, pueden comenzar las preguntas. Se trata de demostrar lo siguiente “Las eternas relaciones de pareja”; “Las relaciones eternas sin pareja”; “La pareja eterna en relación”. Se trata de demostrar (es muy sencillo lo que se trata de demostrar) que el hombre no ha progresado, que en los últimos mil años lo que ha progresado es el objeto técnico. Estamos transmitiendo a países extranjeros sentados en una silla.

Ha progresado el objeto técnico, lo que no ha progresado es el hombre. El hombre ama y odia como hace cuatro mil años. Dije mil años antes porque no quería asustarlos.

Ustedes piensen que antes de la época victoriana la gente hablaba libremente del sexo. Yo era un previctoriano, cuando llegué a España tuve que acallar mi voz para que no me hicieran juicios.

Estuve leyendo antes de venir aquí un libro mío que, desgraciadamente para Biblioteca Nueva, publicó Biblioteca Nueva sin leer. Casi echan a la Gerente Editorial, estuvo a punto de ser expulsada, en el año 1983. Para mí era normal escribir así. Y era normal vivir así. Les aconsejo que lean ese libro.

Entre “Las eternas relaciones de pareja” quiero comunicarles que España es un país atrasado. Yo soy español, he votado en todas las últimas elecciones, pago los impuestos en España, altos impuestos para que no me vengan a molestar ni a preguntar dónde vivo. Pero España es un país atrasado.

En El oficio de morir están las frases por las cuales el periodismo me quitó, me tachó de la cultura. Me tachó como poeta, como psicoanalista, como pintor, como educador. Lo que pasa es que el periodismo no es lo más importante que ocurre en la vida de un poeta.

Yo me acuerdo que en Buenos Aires directamente les insultaba cuando se acercaban. Aquí decidí hablar con ellos pero al ver mi escritura no quisieron hablar conmigo. Esto tendría que habérselo contado en una carta antes de invitarles a la charla. Soy como el demonio para los periodistas o un ángel exterminador.

Hoy le puse precio a la charla para que no saliera en ningún diario; barato, veinte euros y cinco euros por Internet. Cuando le pones precio no sale en los diarios, no les interesa ni el título ni nada, pero cuando eres un capitalista alto, grande y no un poeta y le pones precio, el periódico invita.

Yo no sé si ustedes se han dado cuenta que no es necesario leer los diarios para vivir y que además te confunden, porque como decía hoy un señor que estaba en la televisión, que también confunde, decía: Es raro que tal noticia haya salido chiquitita y tal otra noticia haya salido grande, porque los diarios no publican lo importante (estoy hablando de la pareja), los diarios no publican lo importante sino que publican lo interesante. No importa un señor que haga el amor todos los días bien hecho, importa un enano que la tenga muy grande. Esto lo vi por televisión no vayan a creer que lo estoy inventando.

P: ¿Cuál es el engaño que soporta la pareja, es el de la eternidad?

MOM: No, la pareja no soporta ningún engaño, usted engaña a su pareja y va presa, la matan o la condenan a muerte, o se separan de usted. Nada, ningún engaño soporta. Ahora, si usted me quiere decir cómo es que uno tiene que engañarse… Acuérdense que el amor es el sentimiento que permite la reproducción de la especie, por lo tanto quítense de la cabeza que puede existir la no pareja. Se lo sacan de la cabeza, porque sin amor no hay reproducción de la especie y la especie es más grande que el ser humano. A la especie no le importa que haya unos que no quieran tener hijos, otros que no puedan tener hijos, le importa un carajo.

Todo el mundo tiene que conocer el amor. Es decir cuando uno tiene un gran amor y está en pareja, de alguna manera tiene que hacerle compartir el gran amor a esa pareja sin decirle que está enamorado de otra persona. Ven qué difícil que es. Cualquier tipo de engaño.

¿No quieren hacer ninguna pregunta de la presentación que hizo la Dra. de Lucia?

P: Ella dijo que sin ella no hubiera sido posible ¿detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer?

MOM: Detrás de un gran hombre siempre hay una mujer y detrás de un pequeño hombre siempre hay una mujer, el hombre todavía no sabe qué hacer en soledad. Cuando está solo se masturba, después que se masturba le viene odio de estar solo y después hace la guerra.

Por ejemplo, ahora me van a hacer una entrevista por televisión para preguntarme los motivos de la crisis económica y el daño que le está haciendo a la población la crisis.

Adelante, bueno no me molesten más. En la pareja esto es permanente. En la pareja es importante interrumpir a la pareja. ¡Qué nerviosos están!

Me leí seis o siete libros que hacía mucho que no leía, que se los recomiendo: El amor en occidente de Rougemont, Sexo y poder de Foucault; El libro de Monelle de Marcel Schwob, y después leí otros.

  ¡Cómo se mueven! Cuando hablo de ciencia pura nadie se mueve, he dado conferencias de cuatro horas de ciencia y nadie se movía, se meaban encima, se tragaban la saliva para aplacar la sed y algunos se cruzaban de piernas y se movían, que nunca pude entender qué era eso. En algunos libros dicen que eso es masturbación, en algunos libros en otros no, en otros dicen que es un acercamiento a Dios.

Esos libros que leí… muy interesante lo que dicen. El libro de Monelle es de una dulzura, de una ternura incalculable, claro pero para escribir ese libro Schwob tuvo que conocer una prostituta que se le murió en los brazos, entonces pierde un poco de valor. Yo me acuerdo cuando Gloria Fuertes leyó El oficio de morir, ese libro mío que les recomendé al principio de la charla, que no lean ¡no leáis este libro, está maldito!

Gloria Fuertes lo leía el libro y me llamó a su casa para decírmelo y me sentó en una silla que le había regalado Televisión Española y me dijo “esta silla es suya, no mía”, agarró el libro El oficio de morir y me empezó a mostrar las barbaridades que decía el libro, me preguntó “¿usted sufría mucho cuando escribía este libro?”, “Yo no sufrí nada” le contesté. “Entonces, usted es un gran escritor”. Que a diferencia del que escribió El libro de Monelle yo no sufrí, él sufrió. Y el sufrimiento lo llevó a esa escritura, de una ternura inconcebible.

Créanme, no sufrí, parí sin dolor. Se ríen. Amenacé a mi mujer con contarle las relaciones sexuales a su madre cuando no quería tener el hijo, porque hacía doce horas que estábamos por parir. Entonces, la amenaza de contarle la vida sexual secreta a la madre de ella hizo que tuviera el hijo inmediatamente. Yo fui un gran colaborador. Y, después, en el segundo parto tampoco reaccionaba y me dijo el médico: “hazle oler alcohol”, porque yo estaba en el parto. Yo, en lugar de hacérselo oler, se lo tiré en los ojos, el dolor que le dio, dijo: “¡ahhh!” y pum salió el niño. Es decir que, a veces, los métodos que parecen brutales son, en realidad, métodos cariñosos.

Hoy vengo a poner en cuestión… maltratador… Yo les pregunto a ustedes: una palmada en el culo, sea del hombre o de la mujer el culo, ¿eso es maltrato o son caricias sexuales?

P: Según para quién puede ser acoso.

MOM:  Exactamente, eso es lo que les quería decir. Ayer Iñaki Gabilondo que espero, para emocionarlos, que me haga una entrevista, porque hace preguntas muy interesantes y jamás le han respondido lo que yo le puedo responder. Ayer, Iñaki Gabilondo, estaba raro porque decía: “Primero me enseñaron que la ley era igual para todo el mundo y a mí me costó aprenderlo porque yo soy muy original (no lo dijo así, pero lo dijo así), me costó entender que la ley era para mí igual que para todo el mundo y resulta que después que lo aprendí, condenan a abandonar el puesto a uno que fue a cazar zorros y no condenan a abandonar el puesto a uno que robó. Hay cosas que no entiendo, pasan en el mundo cosas que no entiendo”. Iñaki Gabilondo, que es muy narcisista, que decir que no entiende debe ser porque el hombre está verdaderamente desesperado y no entiende.

Miguel Oscar Menassa
Candidato al premio Nobel de Literatura 2010

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LA MORAL SEXUAL «CULTURAL» Y LA NERVIOSIDAD MODERNA (IX) (Final)

Edvard Munch, The Dead Mother. 1900

Edvard Munch, The Dead Mother. 1900

Todas las personas peritas en estas materias habrán de reconocer que no exagero en modo alguno, sino que me limito a describir hechos comprobables en todo momento. Para los no iniciados ha de resultar increíble lo raro que es hallar en los matrimonios situados bajo el imperio de nuestra moral sexual cultural una potencia normal del marido, y lo frecuente, en cambio, de la frigidez de la mujer. No sospechan, ciertamente, cuántos renunciamientos trae consigo, a veces para ambas partes, el matrimonio, ni a lo que queda reducida la felicidad de la vida conyugal, tan apasionadamente deseada. Ya indicamos que en tales circunstancias el desenlace más próximo es la enfermedad nerviosa. Describiremos ahora en qué forma actúa tal matrimonio sobre el hijo único o los pocos hijos de él nacidos. A primera vista nos parece encontrarlos, en estos casos, ante una transferencia hereditaria, qué, detenidamente examinada, resulta no ser sino el efecto de intensas impresiones infantiles. La mujer no satisfecha por su marido y, a consecuencia de ello neurótica, hace objeto a sus hijos de una exagerada ternura, atormentada por constantes zozobras, pues concentra en ellos su necesidad de amor y despierta en ellos una prematura madurez sexual. Por otro lado, el desacuerdo reinante entre los padres excita la vida sentimental del niño y le hace experimentar, ya en la más tierna edad, amor, odio y celos. Luego, la severa educación que no tolera actividad alguna a esta vida sexual tan tempranamente despertada, interviene como poder represor, y el conflicto surgido así en edad tan tierna del sujeto integra todos los factores precisos para la causación de una nerviosidad que ya no le abandonará en toda su vida. 

Vuelvo ahora a mi afirmación anterior de que al juzgar las neurosis no se les concede, por lo general, toda su verdadera importancia. Al hablar así no me refiero a aquella equivocada apreciación de estos estados que se manifiesta en un descuido absoluto por parte de los familiares del enfermo y en las seguridades, eventualmente dadas por los médicos, de unas cuantas semanas de tratamiento hidroterápico o algunos meses de reposo conseguirán dar al traste con la enfermedad. Esta actitud no es adoptada hoy en día más que por gentes ignorantes, sean o no médicos, o tienden tan sólo a procurar al paciente un consuelo de corta duración. Por lo general, se sabe ya que una neurosis crónica, si bien no destruye por completo las facultades del enfermo, representa para él una pesada carga, tan pesada quizá como una tuberculosis o una enfermedad del corazón. Aún podríamos darnos en cierto modo por conformes si las neurosis se limitaran a excluir de la labor cultural a cierto número de individuos, de todos modos débiles, consintiendo participar en ella a los demás, a costa sólo de algunas molestias subjetivas. Pero lo que sucede, y a ello se refiere precisamente mi afirmación inicial, es que la neurosis, sea cualquiera el individuo a quien ataque, sabe hacer fracasar, en toda la amplitud de su radio de acción, la intención cultural, ejecutando así la labor de las fuerzas anímicas, enemigas de la cultura y por ello reprimidas. De este modo, si la sociedad paga con un incremento de la nerviosidad la docilidad a sus preceptos restrictivos, no podrá hablarse de una ventaja social obtenida mediante sacrificios individuales, sino de un sacrificio totalmente inútil. Examinemos, por ejemplo, el caso frecuentísimo de una mujer que no quiere a su marido porque las circunstancias que presidieron su enlace y la experiencia de su ulterior vida conyugal no le han aportado motivo alguno para quererle, pero que desearía querer amarle, por ser esto lo único que corresponde al ideal del matrimonio en el que fue educada. 

 Sojuzgará, pues, todos los impulsos que tienden a expresar la verdad y contradicen su ideal, y se esforzará en representar el papel de esposa amante, tierna y cuidadosa. Consecuencia de esta autoimposición será la enfermedad neurótica, la cual tomará en breve plazo completa venganza del esposo insatisfactorio, haciéndole víctima de tantas molestias y preocupaciones como le hubiera causado la franca confesión de la verdad. Es éste uno de los ejemplos más típicos de los rendimientos de las neurosis. La represión de otros impulsos no directamente sexuales, enemigos de la cultura, va seguido de un análogo fracaso de la compensación. Así, un individuo que, sojuzgando violentamente su inclinación a la dureza y la crueldad, ha llegado a ser extremadamente bondadoso, pierde de tal proceso, muchas veces, tan gran parte de sus energías que no llega a poner en obra todo lo correspondiente a sus impulsos compensadores y hace, en definitiva, menos bien del que hubiera hecho sin yugular sus tendencias constitucionales. Agregamos aún que, al limitar la actividad sexual de un pueblo, se incrementa en general la angustia vital y el miedo a la muerte, factores que perturban la capacidad individual de goce, suprimen la disposición individual a arrostrar la muerte por la consecuencia de un fin, disminuyen el deseo de engendrar descendencia y excluyen, en fin, al pueblo o al grupo de que se trate de toda participación en el porvenir. Ante estos resultados habremos de preguntarnos si nuestra moral sexual cultural vale la pena del sacrificio que nos impone, sobre todo si no nos hemos libertado aún suficientemente del hedonismo para no ingresar en los fines de nuestra evolución cultural cierta dosis de felicidad individual. No es, ciertamente, labor del médico la de proponer reformas sociales; pero he creído poder apoyar su urgente necesidad ampliando la exposición hecha por Ehrenfels de los daños imputables a nuestra moral sexual cultural con la indicación de su responsabilidad en el incremento de la nerviosidad moderna.

Sigmund Freud

(La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna  I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX)

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LA MORAL SEXUAL “CULTURAL” Y LA NERVIOSIDAD MODERNA (VIII)

Quentin Massys, III-Matched Lovers. 1525

Quentin Massys, III-Matched Lovers. 1525

Al tratar de la abstinencia no se suele distinguir suficientemente dos formas de la misma: la abstención de toda de toda actividad sexual en general y la abstención del comercio sexual con el sexo contrario. Muchas personas que se vanaglorian de la abstinencia no la mantienen, quizá, sino con el auxilio de la masturbación o de prácticas análogas relacionadas con las actividades autoeróticas de la primera infancia. Pero precisamente a causa de esta relación, tales medios sustitutivos de satisfacción sexual no son nada inofensivos, pues crean una disposición a aquellas numerosas formas de neurosis y psicosis que tienen por condición la regresión de la vida sexual a sus formas infantiles. Tampoco la masturbación corresponde a las exigencias ideales de la moral sexual cultural y provoca en el ánimo de los jóvenes aquellos mismos conflictos con el ideal educativo a los que intentaban sustraerse por medio de la abstinencia. Además, pervierte el carácter en más de un sentido, haciéndole adquirir hábitos perjudiciales, pues, en primer lugar, y conforme a la condición prototípica de la sexualidad, le acostumbra a alcanzar fines importantes sin esfuerzo alguno, por caminos fáciles y no mediante un intenso desarrollo de energía, y en segundo, eleva el objeto sexual, en las fantasías concomitantes a la satisfacción, a perfecciones difíciles de hallar luego en la realidad. De este modo ha podido proclamar un ingenioso escritor (Karl Kraus), invirtiendo los términos, que “el coito no es sino un subrogado insuficiente del onanismo”.

La severidad de las normas culturales y la dificultad de observar la abstinencia han coadyuvado a concretar esta última en la abstención del coito con personas de sexo distinto y a favorecer otras prácticas sexuales equivalentes, por decirlo así, a un semiobediencia. Dado que el comercio sexual normal es implacablemente perseguido por la moral –y también por la higiene, a causa de la posibilidad de contagio–, ha aumentado considerablemente en importancia social aquellas prácticas sexuales, entre individuos de sexo diferente, a las que se da el nombre de perversas y en las cuales es usurpada por otras partes del cuerpo la función de los genitales. Pero estas prácticas no pueden ser consideradas tan innocuas como otras análogas transgresiones cometidas en el comercio sexual; son condenables desde el punto de vista ético, puesto que convierten las relaciones eróticas entre dos seres, de algo muy fundamental, en un cómodo juego sin peligro ni participación anímica. Otra de las consecuencias de la restricción de la vida sexual normal ha sido el incremento de la satisfacción homosexual. A todos aquellos que ya son homosexuales por su organización o han pasado a serlo en la niñez viene a agregarse un gran número de individuos de edad adulta, cuya libido, viendo obstruido su curso principal, deriva por el canal secundario homosexual.

Todas estas secuelas inevitables e indeseadas de la abstinencia impuesta por nuestra civilización concluyen en una consecuencia común, consistente en trastornar fundamentalmente la preparación al matrimonio, el cual había de ser, no obstante, según la intención de la moral sexual cultural, el único heredero de las tendencias sexuales. Todos aquellos hombres que a consecuencia de prácticas sexuales onanistas o perversas han enlazado su libido a situaciones y condiciones distintas de las normales desarrollan en el matrimonio una potencia disminuida. Igualmente, las mujeres que sólo mediante tales ayudas han conseguido conservar su virginidad muestran en el matrimonio una anestesia total para el comercio sexual normal. Esto matrimonios, en los que ambos cónyuges adolecen ya, desde un principio, de una disminución de sus facultades eróticas sucumben mucho más rápidamente al proceso de disolución. A causa de la escasa potencia del hombre, la mujer queda insatisfecha y permanece anestésica aun en aquellos casos en que su disposición a la frigidez, obra de la educación, hubiera cedido a la acción de intensas experiencias sexuales. Para tales parejas resulta aún más difícil que para las sanas evitar la concepción, pues la potencia disminuida del hombre soporta mal el empleo de medidas preventivas. En esta perplejidad el comercio conyugal queda pronto interrumpido, como fuente de preocupaciones y molestias, y abandonado así el fundamento de la vida matrimonial.

Sigmund Freud

(La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna  I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX)

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Para tener un hijo, debes pasar por nosotras

Thomas Benton, Persephone. 1939

Thomas Benton, Persephone. 1939


DISCIPLINA ANTIGUA
Los borrachos no saben hablar a las mujeres
y se han dispersado; nadie les quiere.
Van despacio por la calle, la calle y los faroles
no tienen fin. Alguno da paseos más largos:
pero nada hay que temer, al día siguiente regresan a casa.

El borracho que se dispersa se imagina con mujeres
–los faroles son siempre los mismos y las mujeres, por la noche,
son siempre las mismas–: ninguna le escucha.
El borracho argumenta y las mujeres no quieren.
Estas mujeres que ríen son el tema de su plática:
¿por qué ríen tanto las mujeres o gritan, si lloran?
El borracho quisiera una mujer borracha
que escuchase sumisa. Pero éstas le ensordecen
«Para tener un hijo, debes pasar por nosotras.»

El borracho se abraza a un compañero borracho,
que esta noche es su hijo, no nacido de aquéllas.
¿Cómo una mujercita que llora y chilla
podría hacerle un hijo compañero? Si el otro está ebrio,
en su andar bamboleante ni se acuerda de las mujeres
y los dos avanzan en paz. El hijito que importa
no ha nacido de mujer –también él
sería una mujer. Él anda con el padre y discute:
los faroles le duran toda la noche.

Cesare Pavese
Lavorare stanca

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